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Turismo sostenible en Bolivia: claves para un nuevo comienzo
Turismo sostenible en Bolivia: claves para un nuevo comienzo

Artículo de Ernesto Rossell en el medio digital La Razón

Con el reciente cambio de gobierno y de modelo económico, Bolivia atraviesa un periodo de reconfiguración institucional que ha captado la atención de diversos sectores productivos. Entre las modificaciones más relevantes se encuentra la creación del Ministerio de Turismo Sostenible, Cultura, Folklore y Gastronomía, una cartera nueva en la estructura del Órgano Ejecutivo y que despierta expectativas legítimas en un rubro que históricamente ha recibido menos atención de la que merece, pese a la propaganda y expectativa que genera en campañas políticas previas a elecciones generales en el país. El turismo, concebido históricamente como generador de empleo, redistribuidor de ingresos y vehículo de integración territorial, requiere no solo de voluntad política, sino también de visión técnica, continuidad administrativa y una estructura capaz de coordinar a distintos niveles del Estado. En este nuevo escenario, la pregunta ineludible es: ¿qué camino debe tomar Bolivia para consolidar un turismo sostenible, competitivo y articulado que aporte a la economía y al progreso del sector, así como de las familias que se dedican a este rubro?

Un potencial indiscutible, un desarrollo todavía insuficiente

Sin duda alguna, Bolivia es uno de los países más diversos de Sudamérica. Su riqueza natural y cultural —que abarca desde la Amazonía hasta el altiplano, pasando por valles, pueblos patrimoniales, expresiones vivas de folklore y gastronomías regionales excepcionales— constituye una plataforma inmejorable para un turismo sostenible y sustentable de alta calidad. Sin embargo, pese al potencial evidente, el país permanece rezagado en indicadores internacionales de competitividad turística, debido a factores persistentes: limitada conectividad aérea, ausencia de promoción estratégica y participación en mercados clave, infraestructura desigual, informalidad, inseguridad en los destinos, falta de auxilio médico en zonas de práctica de turismo extremo o de aventura, legislación ambigua, así como falta de datos confiables para la toma de decisiones óptimas y oportunas.

Un dato clave a tomar en cuenta es que la recuperación posterior a la pandemia ha sido lenta y desigual. Mientras los países vecinos lograron reactivar el flujo turístico mediante campañas agresivas y políticas de incentivo, el turismo boliviano continúa operando con mínimas herramientas institucionales y un acompañamiento estatal insuficiente. La brecha entre lo que el destino ofrece y lo que realmente proyecta al mundo sigue siendo amplia.

Un sector privado resiliente que ha sostenido al turismo

Durante los últimos años, el turismo en Bolivia ha sobrevivido —e incluso, en algunos casos, avanzado— gracias a la resiliencia exclusiva del sector privado. Operadores especializados, alojamientos, agencias, guías, emprendimientos gastronómicos y turismo comunitario innovador han demostrado una capacidad admirable para adaptarse, invertir y mantenerse activos a pesar de la falta de incentivos y de una estrategia pública clara. Este esfuerzo silencioso ha sido determinante y digno de reconocimiento; sin embargo, no puede continuar en solitario.

Mientras el sector privado se profesionaliza y diversifica su oferta, el Estado debe asumir nuevamente un rol de gestor, articulador, promotor y facilitador, porque ningún país construye un destino competitivo sin una institucionalidad robusta detrás. La creación del nuevo ministerio puede ser el punto de partida para corregir un vacío largo prolongado.

El debilitamiento del nivel central y la ausencia territorial

El anterior Viceministerio de Turismo enfrentó durante años limitaciones presupuestarias, operativas y normativas que impidieron el desarrollo de políticas públicas sostenidas. La falta de liderazgo técnico, la discontinuidad de proyectos y la débil articulación con otras áreas del Ejecutivo dejaron al sector sin brújula. Esta situación se agravó con la pérdida progresiva de protagonismo de los gobiernos departamentales, que en gestiones anteriores asumieron roles importantes en promoción turística internacional y articulación territorial.

Del mismo modo, muchos municipios catalogados como turísticos carecen de planes locales de turismo, oficinas técnicas especializadas o inversión mínima para mejorar servicios básicos, señalización, accesibilidad y gestión de áreas naturales o patrimoniales. El resultado es un mosaico institucional descoordinado, donde cada nivel actúa —o deja de actuar— sin un marco común.

Competencias confusas y una normativa que debe modernizarse

Uno de los problemas estructurales que más afecta al turismo en Bolivia es la ambigüedad normativa. La Ley General de Turismo, la Ley Marco de Autonomías y diversos reglamentos sobre áreas protegidas, patrimonio cultural, transporte y municipios generan competencias superpuestas, vacíos y conflictos. ¿Quién promueve? ¿Quién regula? ¿Quién fiscaliza? ¿Quién protege al turista? ¿Quién financia la infraestructura básica de un destino?

La falta de una arquitectura normativa clara y moderna hace que el turismo carezca de liderazgo y de capacidad de ejecución. Sin reglas transparentes, los operadores enfrentan procesos inciertos; los municipios no saben qué responsabilidades asumir o simplemente no las asumen alegando confusión; y los visitantes quedan expuestos a experiencias desiguales y muchas veces adversas. Para que el nuevo Ministerio funcione, será imprescindible ordenar, simplificar y actualizar la normativa, clarificando roles y eliminando obstáculos para la inversión y la gestión territorial.

Una ventana abierta: financiamiento internacional y visión sostenible

Existe un aspecto fundamental que Bolivia debe aprovechar: el financiamiento internacional valora y apoya el turismo sostenible, especialmente en países con alto potencial natural y cultural como el nuestro. Organismos como el BID, la CAF, la OMT y la cooperación internacional destinan recursos significativos a proyectos de turismo comunitario, infraestructura básica, fortalecimiento institucional, señalización, digitalización, preservación del patrimonio y promoción internacional.

Para acceder a estos fondos, Bolivia necesita planificación estratégica, coordinación interinstitucional eficiente, diagnósticos técnicos actualizados y capacidad institucional para ejecutar a cabalidad la toma de decisiones. La creación del nuevo Ministerio abre la puerta a una relación renovada con el financiamiento internacional, siempre y cuando exista un plan de trabajo serio, medible y ejecutable que beneficie a las mayorías que apuestan por este sector productivo.

La urgencia de una planificación integral: destinos, transporte, hotelería y gastronomía

El turismo moderno no funciona por fragmentos. Los países competitivos planifican sus destinos de manera integral:

  • Desarrollo de productos turísticos con identidad regional.
  • Conectividad aérea y terrestre eficiente.
  • Infraestructura hotelera diversificada, que acompañe el crecimiento de la demanda.
  • Gastronomía como componente identitario y atractivo principal.
  • Marketing digital profesional, adaptado a mercados segmentados.

Bolivia debe trabajar con visión sistémica. No basta con tener lugares atractivos; se requieren rutas curadas, experiencias integradas, capacitación continua, alianzas público-privadas y una institucionalidad que impulse estándares de calidad. Esto implica ordenar la relación entre municipios, gobernaciones y el nivel central para que los destinos turísticos cuenten con una hoja de ruta clara y sostenible.

Otro desafío estructural que debe ser atendido con urgencia es la titularidad de la tierra en los destinos turísticos, especialmente de la región occidental del país, donde la situación jurídica de varios territorios permanece indefinida o en proceso inconcluso de saneamiento. Esta falta de claridad sobre la propiedad —sea comunitaria, individual o municipal— limita de manera significativa la posibilidad de atraer inversión seria y sostenible, desalienta el desarrollo de infraestructura turística y genera incertidumbre para operadores y visitantes. Resolver este tema no debe implicar desconocer los derechos de las poblaciones originarias; por el contrario, se trata de garantizar seguridad jurídica mediante procesos transparentes que permitan a las comunidades participar de forma equitativa en los beneficios del turismo, fortaleciendo modelos de gestión compartida que preserven la identidad cultural y el patrimonio territorial. Sin una base de ordenamiento y seguridad de la tierra, cualquier planificación turística se vuelve frágil y difícil de implementar.

Seguridad y protección del visitante: la pieza que falta

Ningún destino turístico puede aspirar a la competitividad si no garantiza seguridad física, jurídica y sanitaria a sus visitantes. Para Bolivia este es uno de los desafíos más urgentes:

  • Oficinas de auxilio al turista con personal capacitado.
  • Protocolos de atención ante accidentes o emergencias.
  • Coordinación con Policía Turística y autoridades municipales.
  • Servicios de salud disponibles en destinos altamente concurridos.
  • Mecanismos de reclamo efectivos y transparentes.
  • Información accesible y multilingüe sobre normas, rutas y riesgos.

La protección al visitante no solo previene incidentes: construye reputación, fideliza viajeros y posiciona al país como un destino confiable. En la era digital, una mala experiencia se viraliza más que una buena campaña de promoción.

Un Ministerio con agenda y rumbo: oportunidad para transformar

El nuevo Ministerio tiene ante sí una tarea monumental, pero también una posibilidad histórica. Si logra articular las áreas que lo componen —turismo, cultura, folklore y gastronomía— bajo una visión de sostenibilidad y competitividad, Bolivia podría reposicionarse en la región en menos de una década.

Para ello, se requieren líneas de acción claras:

  1. Construir un Plan Nacional de Turismo Sostenible 2025–2035, con metas verificables.
  2. Centrar la gestión en datos, creando un Observatorio Nacional de Turismo.
  3. Impulsar incentivos fiscales y regulatorios para inversión hotelera, conectividad y desarrollo de productos turísticos.
  4. Recuperar la presencia internacional de Bolivia, con promoción moderna y alianzas estratégicas.
  5. Crear una gobernanza turística real entre municipios, departamentos y el nivel central.
  6. Alinear cultura, folklore y gastronomía como motores de identidad y diferenciación competitiva.
  7. Simplificar la normativa vigente, clarificando competencias y eliminando barreras.

Expectativas legítimas y un punto de partida inaplazable

La población espera que el turismo sea un espacio de orgullo nacional, que muestre al mundo la diversidad de Bolivia y que genere oportunidades económicas reales. El sector privado espera reglas claras, coordinación efectiva y una autoridad que escuche y construya políticas basadas en evidencia. El país, en general, espera resultados.

La creación del nuevo Ministerio marca un reacomodo institucional significativo. El desafío ahora es convertirlo en un motor de desarrollo sostenible, capaz de liderar, articular y transformar. Bolivia tiene el potencial; lo que falta es una ruta clara. Esta es la oportunidad para empezar.

Ernesto Rossell es abogado experto en arbitraje y políticas públicas. Fue Viceministro de Turismo, coordinador de la implementación de normativa turística y consultor en proyectos de fortalecimiento institucional y desarrollo del sector turístico en Bolivia.

Mira el artículo en La Razón.

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